Primavera en Parma: donde la cultura se encuentra con lo cotidiano


Una de las zonas que más disfruto en Parma es donde se encuentra la Casa della Musica. No importa cuántas veces pase por allí, siempre hay algo que me invita a detenerme, sobre todo en primavera, cuando los días se llenan de luz y la ciudad parece más despierta. Es una zona vibrante, donde la cultura se mezcla con el ir y venir de la vida cotidiana. 

Apenas se entra al Borgo degli Studi, ya se percibe un aire distinto: bicicletas estacionadas a toda prisa, conversaciones que rebotan entre los muros antiguos y músicos que a veces ensayan tras alguna ventana abierta. Esa energía se siente, y yo simplemente camino dejándome llevar, cámara en mano, buscando retazos de historias.  

Esa tarde llegué hasta el Piazzale San Francesco, un rincón que me gusta especialmente. Había mercado, gente conversando bajo los toldos blancos, aromas de comida y risas dispersas. Entre las bicicletas, me llamó la atención una infantil con una muñeca recostada, como un detalle casual, casi cómico, que añadía un toque de humanidad a la escena.  

No era la muñeca lo importante, sino todo el conjunto: el caos ordenado de la plaza, la espontaneidad de las escenas que se arman solas. En cada esquina parecía esconderse algo digno de ser capturado, y yo, como muchas veces, volví a casa con una foto que no había planeado. 

Son estos lugares, con su mezcla de arte, historia y vida, los que hacen que Parma me sorprenda una y otra vez. Y mientras escribo esto, me doy cuenta de que nunca vuelvo por el mismo camino, pero siempre encuentro el mismo encanto.  

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