La dignidad de la espera
Parma, parada de autobús en Strada Massimo D’Azeglio, entre los números 9 y 11. Es el norte de Italia. Parma. Una parada de autobús de la TEP, de esas que casi nunca miramos, pero que sostienen la ciudad.
La foto es del 10 de septiembre de 2021. Italia seguía inmersa en la pandemia. Había controles u una vigilancia constante que se sentía en el aire, incluso cuando no se hablaba de ello. La vida no estaba detenida, pero avanzaba con cautela, como quien camina sobre hielo fino.
Ahí están ellas. Esperando.
No sé exactamente a dónde iban ni de dónde venían. Tampoco sé si trabajaban en el cuidado de ancianos, como tantas mujeres extranjeras que durante esos meses salían cada día para sostener a otros. Pero en Parma, esa realidad es cotidiana. La ciudad es profundamente multiétnica. Basta caminar unas calles para notarlo: acentos distintos, telas distintas, gestos distintos. Todo conviviendo en el mismo espacio.
Una parada de autobús es un lugar de paso. Nadie está ahí por placer. Se está porque hay que ir a otro sitio.
Durante la pandemia, ese gesto simple —tomar un bus— se volvió un acto de resistencia silenciosa. Estas mujeres representan ese movimiento necesario en una ciudad que, por momentos, parecía querer detenerse. Están en ese umbral invisible entre la casa y el trabajo, entre lo privado y lo público, entre el cuidado propio y el cuidado ajeno.
Me llama la atención cómo, aun compartiendo el mismo destino inmediato, cada una parece habitar su propio mundo. La composición las alinea, pero no las une. No se miran. No interactúan. Coexisten. Y eso también es ciudad.
La ropa habla. Los tejidos, los colores apagados por la edición, los cortes distintos. Son señales de identidad que no desaparecen bajo la mascarilla. El gesto sanitario uniforma, pero no borra quiénes son. Al contrario, lo resalta.
Parma, con su arquitectura clásica, sus arcos y fachadas históricas, enmarca una realidad contemporánea que ya es parte de su ADN. No hay choque. Hay convivencia. Silenciosa, cotidiana, real.
Al revisar la imagen hoy, esos tonos desaturados se sienten casi como un homenaje. Al quitarle estridencia al color, la fotografía deja de ser una imagen de actualidad y se convierte en documento. Un fragmento de memoria. Algo que dice: esto pasó aquí, así nos veíamos, así esperábamos.
Septiembre de 2021 fue un tiempo extraño. Había una leve esperanza, pero todavía mucho miedo. Esa tensión está en los cuerpos. En la forma de estar de pie. En las miradas que no buscan nada concreto.
La foto no habla de la pandemia de forma explícita. Habla de la dignidad de la espera.
De quienes siguieron cruzando la ciudad cuando todo parecía frágil. De una diversidad que no es discurso ni estadística, sino una escena simple en una parada de autobús. De la vida que continúa, incluso cuando parece que todo está en pausa.
Recomiendo leer:
Comentarios
Publicar un comentario