Una mirada perdida en Strada Abbeveratoia
Salgo del Hospital Maggiore de Parma con el ritmo apurado del mediodía. Camino por Strada Abbeveratoia hasta la parada del autobús, entre pasos cansados y conversaciones breves de quienes, como yo, esperan el número 5 o el 12. La luz es fría, de invierno. Todo parece suspendido.
Camino con la cámara en mano, como siempre, sin buscar nada concreto. Solo observo. Entonces la veo: una señora mayor, quieta, con la mirada levantada hacia el cielo gris. Su gesto es sereno pero firme, como si estuviera pensando en algo que va más allá del momento. No parece esperar a nadie. Tampoco tiene prisa. Simplemente está ahí, en su propio pensamiento, mientras las ramas desnudas de los árboles dibujan líneas sobre el fondo claro.
No sé cuánto tiempo la observé antes de apretar el disparador. Fue un segundo breve, pero suficiente. En su expresión había algo que me recordó a esas personas que han visto mucho, que ya no necesitan hablar para decirlo todo.
El autobús llegó poco después. Subí, pero mi mente seguía allí, en aquella esquina donde el invierno y la quietud se encontraron en el rostro de una desconocida.
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