Una escena de verano en la Strada Massimo D’Azeglio


Este mes de junio en Parma, el calor ha llegado sin pedir permiso. Las aceras de la Strada Massimo D’Azeglio hierven desde temprano hasta el atardecer, y el sol proyecta sombras largas, como si el día quisiera dejar constancia de cada paso. En medio de ese resplandor, vi pasar a una mujer con paso decidido, móvil en mano, completamente absorbida por su conversación. Me detuve. A veces no hay que buscar más: la luz, la calle, el instante… todo está servido.  

Tomé esta foto con mi celular, sin más pretensión que atrapar un momento fugaz. Pero al revisarla, entendí que no solo había captado a una transeúnte cualquiera, sino una especie de metáfora andante: ella, proyectando una sombra más alta que su propia figura, caminando sin notar el encuadre, reflejaba una normalidad vibrante que tantas veces damos por sentada. El escenario es cotidiano, pero el momento es único. La ciudad habla cuando uno está dispuesto a escucharla.  

Strada D’Azeglio es una de esas arterias que nunca se detienen. A su alrededor, los negocios, las floristerías, los bares y los vecinos siguen dando forma a una Parma que mezcla tradición con movimiento constante. Esta escena no cuenta una historia extraordinaria, pero sí sincera: la de la vida que continúa, que se reinventa cada día, incluso bajo un sol que derrite los pensamientos. Y yo, con la cámara lista, sigo coleccionando fragmentos de esta Italia cotidiana que me adopta y me inspira.

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